Pozo de amargura

22 febrero 2009

VACIO

16 febrero 2009
El vértigo consiste en acercarse al precipicio
y no ver el vacío.

FLORECER


Es en los cauces de los ríos y en las cunetas
donde florecen esas flores silvestres
que se llaman nomeolvides.


DILUIRSE










Una catarata derramándose
una infinita cascada de sentimientos
y un latido
en el mismo borde del acantilado.

OTRA MIRADA

15 febrero 2009




Hay días en los que vivir
se convierte en algo casi imposible,
es entonces cuando abro los ojos
y descubro otra mirada
que me impulsa a seguir.

DERIVA

Esta desgana que siento
es lo más parecido al desbordamiento de un río
inundándome el corazón.

LUCES Y SOMBRAS


Tal vez me despisté en el camino
y aquel sendero que prometía la luz
no era sino el principio de la soledad.


DOMINGO TRISTE

Hoy no puedo con la tristeza
aunque el sol esté alto y brille fuerte;
no puedo con la añoranza que me carcome el alma.
hoy me resulta imposible mirar hacia delante
y creer en el color verde.
La esperanza es un árbol roto en el que tropiezo.



LO PERDIDO

Si volviera la vista atrás
nada de lo perdido regresaría
y yo irremediablemente volvería a sufrir.


EL LECHERO

10 febrero 2009
Me enfadaba muchísimo
cuando pasaba el carro del lechero
y rompía el hechizo blanco de la nieve.


No sabía entonces que la vida es como ese carro
que nos pasa por encima
partiéndonos la inocencia
y los sueños más puros.


¡Necesito un campo inmenso
donde mullir mi alma al sol
para recuperarla de la tristeza.

Necesito volver a la tierra
a los puentes viejos y a los molinos,
a los zarzales antíguos y a los pinares,
a los días felices de infancia
para recobrar el primer latido
la emoción primitiva del sol en la piel
enseñándome también el primer dolor.


Necesito toda la lluvia
para ablandar las costras adheridas al corazón


...Volver al camino desnuda, desposeída
agarrada de la mano del aire y de la luz.


CON MI AMOR

Con mi amor te estoy diciendo arco-iris
pájaros, campana, madera, caserío, puentes
corazón, santuario, jardín, silencio, patio
hierba y amaneceres tibios.


Con mi amor te estoy ofreciendo lluvia
verde, infancia, luz, arena, fuentes claras y caminos.





Con mi amor te estoy pidiendo flores blancas
chimeneas, mantequilla y café
estrellas, sábanas, arrullo, horas
ropa tendida, vino y canciones.


Con palabras sencillas nuestro amor se engrandece
y nuestra boca las pronuncia despacio
meciéndolas entre los labios
como si fueran niños en su hora de siesta.


Nuestro amor se ve en lo alto de los ojos
porque ha surgido del viento
se ha instalado en mi casa cubriendo todos los huecos
y no tengo miedo de abrir las ventanas.


Nuestro amor tiene hoy
el sabor de las manzanas que salvaron a Guillermo Tell

...Y cuando digo refugio
digo rumbo para tu vuelo

...y cuando te nombro
sólo digo una palabra sencilla
que me engrandece la vida.

CALLADAMENTE



Calladamente apareces amor
de puntillas, casi volando.

Como en un sueño tibio de color
filtras tus pasos burlando la noche.

Y todo sería hermoso
si al abrir los ojos no hallase
el color blanco de tu ausencia
y el sueño roto esperándome.

EL SILENCIO



Y volvió el silencio a reinar en aquel espacio abierto,

...y se agolparon los intentos de ternura,

...y ocupó la soledad su trono una vez más.

EL MUNDO HERIDO

08 febrero 2009


Somos testigos del tiempo
en una Tierra hecha de llanto
somos las visceras del mundo
y estamos podridos de futuro negro.

Ya no queda en la vida
más tristeza que recoger
sólo se presienten los días
cada vez más desamparados
y hasta la lluvia que cae del cielo es amarga
y hasta los rayos que brinda el sol
queman la espera.

Porque palpita en el mundo
un mañana herido en desamor
y ya nadie escucha
la voz del que está cerca.

SIEMPRE EL AMOR

A tí peregrina errante
que nos dejas por otra tierra.

A tí luz misteriosa
que te vas igual que llegas.


SILENCIO






Traedme un silencio nuevo
para empezar a entender.

Posadme alas en las manos
para no desfallecer.

VOLCAN

Volcán reventado que expulsa dolor
cicatriz apagada que se abre de amor.

Qué hemos hecho alma blanca
para que no luzca el sol.


EXPANSION





Hay alturas aquí
desde donde caemos día a día
y una mano misteriosa nos levanta del abismo
pero queda la grieta abierta
que no cierra otra caricia.



PINTAR POESIA


A quién contar
que no existe el Pais de las Maravillas
que nunca hubo princesas amadas
ni poetas comprendidos.

Para qué llorar
cuando descubrimos
que jamás nos amaron como quisimos.



Para qué seguir sintiendo
cuando se ha sentido tanto
y nos matan los sentidos.

Para qué abrir el alma
cuando nadie sabe llenarla.

CUANDO DUERMES


Cuando duermes
tu presencia es más grande
y tus ojos aunque cerrados
abarcan la inmensidad del sueño verde.

Cuando duermes
yo te invito a que me lleves
detrás de tu boca
escondida en un diente
mojada de tí
en la más abierta soledad.

Cuando duermes
tú respiras para mí
ofreciéndome el mejor latido
aquel que mece tu sueño
y que yo estoy amando.

Cuando duermes
llevas tu vida a otros mundos
y me dejas una ausencia de colores y vuelos.

...Y para volver a vivir
te duermes, amor entre mis brazos.

ACERCANDOTE A MI

Te veo venir hacia mí
los ojos vivos, la boca ardiente
el pecho tibio, la pena ausente.

Mi corazón prendido su cama te dió
los labios, la sangre
todo el equipaje emana tu olor.

Te veo alejarte de mí
los pasos lentos, el cuerpo inerte
las manos cerradas, el gesto ausente.

Mi corazón prendido su cama te dió
los labios, la sangre
todo el equipaje espera tu olor.

SAL Y ESPUMA

Hecha de sal y de espuma
de olas grandes y pequeñas brumas
de granos dorados sin playa
de azules y verdes las aguas.

Hecha de sal y de luna
de reflejos escarlatas
influjo de sirenas sin arena
...golpes de mar en el alma.

Oleadas desde dentro
vienen a asomar sus algas
y cuando abres los ojos
ya todo el mar se te escapa.


ADIVINANDOTE



Al balcón de tus ojos
me asomo para mirarte.

¡Cuántas primaveras pueblan tus campos, amor
cuántas tristezas soñolientas
se adhieren a tu saúce herido.

VERDE


Te imagino verde
como las aguas que golpean
y besan ansiosamente las rocas.

Espuma, calma que sobreviene a la fuerza, al deseo.

Tu boca y mi boca
tu cuerpo y mi cuerpo
nuestras aguas, nuestra espuma
esperando un próximo encuentro verde o azul.

LA CUEVA VACIA


Por qué no vuelves, amor...
será que te cansaste de sentir
o el tiempo desgastó tu traje.

Porqué no regresas a esta cueva vacía
donde las piedras se rebelan a la dureza
y la primavera no quiere entrar si no estás.

Por qué te fuiste amor....

Será que mis manos no supieron retenerte
o el nudo que existía se rompió de pronto.

Por qué no dejaste tu dirección en mi puerta
donde yo pudiera llegar descalza
y llamarte.

Será que huyes por donde yo me acerco
o tal vez mis pisadas
se alejen de tu camino.



SENTIR


Se llega a sentir el latido primero
la principal naúsea
el primer dolor.

Tengo que olvidar
la tristeza de los rostros
la mano extendida cubriendo la ciudad
el cuerpo temblando de frío
de pavo, de mono
de zoológico entero.

Tengo que olvidar el hambre que anda suelta
el sueño de los vencidos y el espanto.

Pasar de largo y de ancho
o morir al instante.

Morir de muerte infinita para no sentir.

Es la mejor manera de olvidar.



ROMPER








Ya no basta con cerrar los ojos
y apretar los puños,
tiene que derramarse la hiel por algún lado.

Ya no vale callar cada vez que otro hable
tiene que brotar la palabra
para que sea entendida.

Ya no sirve la violencia que nunca sirvió
tiene que nacer otra forma que rompa el muro.

TU SONIDO

Tu sonido es del mar
y a él vuelvo.
Vuelvo después de siglos
encontrando la orilla de tu voz
colmada de silencios y olas.

Tu olor es del mar
y a él vuelvo.
Vuelvo desde la infancia perdida
recuperando la luz
y el aroma materno

Tu ternura es del mar
y a ella vuelvo,
vuelvo a ella
y me entrego.


NO ME QUEDAN GANAS


Te ofrezco este corazón magullado
y mis manos abiertas.

Dáme tu impulso para vivir el vuelo
porque yo no sé lanzarme al cielo
sólo me atrae el abismo
y no quiero dejar mi vida ahí abajo.

No me quedan otras ganas que tus ganas
no me esperan otros labios que los tuyos
pero el beso tendré que buscarlo
entre la bruma que nos separa.

La ruta que diviso se pierde entre la maleza
pero no encuentro un árbol
donde dejar mi mochila de hastío;
tampoco hay brújulas
para este viaje sin retorno
donde intento encontrar mi sombra.

Sólo tus ojos me van a salvar de este salto.



CAE LA LLUVIA


Cae la lluvia y pienso en tí.

Lejana como un tren de largo recorrido
por las ciudades del mundo.

Te echo de menos, amor
pero no voy a pedirte que vuelvas.

Quiero que me cale tu recuerdo
como esta lluvia de abril
hasta que se inunde el alma
y no me quede más remedio
que sacar tu amor con mis propias manos.

Pero también necesito llegar
a la estación de tus ojos
para recuperar el tiempo perdido
y saber que nunca partirás.



LA PAZ

La paz está en los caminos por donde la luna se esconde.
La paz está en los campos
cuando el atardecer va cayendo
y sentimos algo cercano a la felicidad.

La paz está en el tejado de las casas humildes
y en la labor del campesino que labra la tierra.

La paz está en los ojos de las madres
que nos miran mientras sus manos
descansan sobre mandíles de harina.

La paz está en la ternura y en el amor
de un encuentro
después de mil siglos de ausencia.


La paz está en la cabeza blanca
de un padre llegando a casa
y en la forma cansada de sentarse a la mesa.

La paz está en las ventanas
y en las puertas de nuestra infancia
asomada desde hace años
esperando nuestro regreso.

La paz está en el último hálito de vida
que nos quede por morir.

AMAR

Amar me supone un espacio ancho y verde para respirar.

Derramar besos sobre tu espalda es como renacer
y olvidar los días que se quedan en el precipicio.

A veces todo queda en penumbra
pero tus manos me rescatan y sueltan
mariposas sobre mi almohada.

Volverá el sol a subirse a tu pelo rojo
y nunca habrá sombras.

Hay un árbol meciendo sus ramas
y yo me duermo en su tronco...
hay un jardín ofreciendo sus rosas
y tus ojos se desbordan para mirarlas.

La casa que hoy habitamos no es del tiempo.
Son los días , las horas, y los minutos
los que unen mi corazón a tu alma de cristál;
es del viento la sonrisa que hoy te acoge
es del aire la ternura que te habita.


...Y cuando abro los ojos
tú me miras y me salvas del abismo.


LATIDO

Prolongándonos en cada milímetro de piel
se extienden nustros latidos
hasta donde acaban los sueños y estamos solas.
Alargando el deseo viscoso que nos quema y late
retenemos la maréa
que romperá sus olas contra la piel caliente;
salpicando muslos, pechos y manos.
Momentos de quietud
rehaciendo el abrazo largo y lento de la ternura
de las palabras que brotan viejas y entrañables
Como las mismas flores que amamos todas las primaveras.
Retomamos la cordura perdida
olvidada entre la sábanas
donde todavía yacen restos de saliva y fantasía,
donde el placer húmedo de hacer realidad los sueños no tiene límite.



CUESTION DE PIEL

"Vuestro silencio fue más viejo y apagado que mi ausencia" - Julio Llamazares-

Recuerdo el día que tumbadas en aquél sofá estrecho y pequeño, te abrazaste a mí con una fuerza inusitada. Te miré a los ojos y te pregunté.

- Me abrazas porque me quieres o porque te caes del sofá?.

Habíamos llegado a la ciudad cada una por diferentes motivos. Tú querías hacer realidad tu sueño de artista. Yo, aburrida del pueblo pensaba que el amor en las ciudades grandes tenía que ser más fácil de encontrar.

La primera vez que nos vimos fue en Embajadores. Estabas absorta en un escaparate que ofrecía grandes viajes, mientras yo intentaba ubicarme en la nueva ciudad a golpe de callejero.

Te pregunté la hora por decir algo y me miraste sin verme, envuelta en el mar azul de tus pensamientos.
Cuando ya me marchaba me llamaste pidiéndome disculpas. Entonces y sin saber por qué seguí preguntándote cosas referentes a la ciudad.

...Y tus ojos me dieron la respuesta.

Te invité a un café y para mi sorpresa me llevaste a un bar donde según tú hacían el mejor café del mundo.

Recorrimos calles estrechas y empedradas, mientras tus conocimientos sobre la ciudad intentaban despertar mi interés por ella.

Aprendí a amar el Madrid de los Austrias y el Arco de Cuchilleros; la plaza Mayor y los mercados. Respiré las noches mágicas de las Vistillas, y me bebí el viento de un solo trago.

En dos meses os conocí a las dos: a tí y a la ciudad. Una a través de la otra. Transparentes y misteriosas.

...Y de la noche a la mañana desapareciste de mi vida.
Mis contínuas llamadas a tu casa solo encontraron el rastro de tu voz ajena y fría grabada en el contestador.

Hubo días en que la desesperación de no verte me llevó hasta tu casa; una pequeña buhardilla en la calle Concepción Jerónima desde la cual- me contaste un día- se veían todas las cúpulas y estrellas de Madrid.

Nunca te ví entrar, pero tampoco llegué a tiempo para verte salir. Salvo el día que resguardada de la lluvia, te ví cruzar la acera, corriendo con una amiga.

Salí detrás tuyo y fue en el portal donde después de dos largos meses volvimos a vernos. Tenías el pelo mojado y la cara. Te pusiste nerviosa ante mi inesperada presencia, y para salir del apuro me presentaste a la chica que vivía contigo.
Ella me saludó y subió las escaleras de dos en dos pretextando tener mucha prisa.


Entonces busqué tus ojos que huidizos se clavaron en una madera rota del suelo.

- Todas las mañanas me tropiezo con esto...a ver si lo arreglan.

- Será porque te levantas muy temprano. Te he llamado cientos de veces a todas horas y nunca estás....o a lo mejor no quieres coger el teléfono.

Levantaste la mirada.

- Mira, yo no sé lo que me pasa. Te conocí, me caiste bien y quise enseñarte la ciudad porque te ví perdida. No sé qué quieres de mí....qué quieres que te diga..

- Díme por ejemplo que no quieres verme. Que me marche y no te llame, que te deje en paz. Díme que todo ha sido una mentira, un sueño hermoso que se ha desvanecido....

Sólo acertaste a llorar y entrecortadamente dijiste;

- Es que yo...no sé si soy...

- Si eres qué...- le pregunté extrañada-

- Pues como tú.

- Si eres como yo?, a qué te refieres.

Me contestaste enfadada por no entenderte.

- que no sé si me gustan las mujeres...tú has sido la primera y lo de la otra noche ...

No sé si molesta por tu explicación o tu confusión, salí del portal dejándote sola.
Subí por la calle Toledo hacia la plaza Mayor. La lluvia me regó entera y lo agradecí. Me emborraché de gente por las calles de Preciados y del Carmen.

Entonces odié la ciudad y sus habitantes, quise no ser parte de ella, escapar de la trampa que me tendió.

...Y entendí que la soledad puebla cada adoquín, cada estación de metro, cada metro de asfalto por el que todos caminamos huyendo de ella.

Y supe que el amor cuando se encuentra, no es para ponerle nombre. Sólo hay que bendecirlo por haber llegado, por haber nacido.

Mi vida a partir de entonces fue como la de muchos. Comenzé a trabajar en una agencia de viajes y mis ratos de ocio los ocupé en pasear o ir al cine. Había momentos del día en que todo se me hacía insoportable.
Tu recuerdo se acercaba frecuentemente hasta mi mesa. Entonces cogía uno de los muchos catálogos y me imaginaba que detrás de aquella palmera o paseando por las calles inundadas de sol y gente, estabas tú esperándome.

Un día de junio se abrió la puerta de la agencia y apareciste. Sin catálogo, sin palmera, sin gente alrededor.
Me confesaste que habías pasado muchas veces por allí pero no te habías atrevido a entrar porque después de lo de aquél día, no sabías si debías.

Que habías pensado mucho sobre las dos y no podías concentrarte en otra cosa; que desde el último día en el portal no habías dejado ni un momento de extrañar mi risa y mi voz.

...Pero que también tenías miedo, porque esto era distinto- y hasta te pusiste seria al decirlo-

Yo como cuando nos conocimos, te invité a un café, y tú después de negarte me llevaste al mismo bar de entonces.

Allí me hablaste de sensaciones, de tus padres y tus amigos. Yo te escuchaba atenta mirando tus manos moverse en el aire.

La luz de tus ojos al mirarme me llenó entera.

Entrada la madrugada te llevé a mi casa y te quité la ropa. Desnuda sobre la cama me acerqué a tí y cuando Madrid despertaba de su sueño azul, yo encontré en tus labios su rastro.


EL VIAJE

"Las emociones dependen de la dirección que lleven. Aunque viajen siempre en el mismo tren"

Te lo decía cada vez que nos íbamos, " cuando dejo atrás la ciudad y veo aparecer los espacios abiertos, es cuando comienzo a reconocer el paisaje al otro lado del cristál". Tú sin embargo asegurabas que era en Burgos donde empezaba el viaje, porque la fina lluvia te acercaba al Norte anticipadamente.

- Puedo oler la niebla desde aquí- decías-. Yo te miraba y tú sonriendo me apretabas la mano y decías que sí, que la niebla al igual que los recuerdos tenían olor. Sólo había que cerrar los ojos para sentirlo.

Ahora, en el autobús que me lleva cierro los ojos y recuerdo tus palabras. Poco a poco las imágenes vienen a mi mente y siento por primera vez el olor del recuerdo unido al dolor. Es un olor antíguo, atierra mojada el que me invade; a sardinas asadas en los puertos del atardecer, cuando venías a buscarme ebria de ilusiones y de sol.

Y nos perdíamos calle abajo por la parte vieja de nuestra ciudad. Visitábamos todas las tabernas comiendo pinchos y bebiendo zuritos mientras el amor se nos subía a la cabeza y al corazón.

Y cuando anochecía subíamos las escaleras del puerto y paseábamos por el Paseo Nuevo hasta Gros, sintiendo que aquello era lo más hermoso que nos podía pasar.

Y el sabor del mar se me pega hoy a los labios, agrietados como entonces, y pasa amargo por mi garganta.

- Es imposible sentir el mar en los labios- me decías- porque una cosa es oler la hierba y otra muy distinta que el mar se te meta en la boca.

....Y es en la boca del alma donde hoy llevo metidas todas las horas que pasamos juntas, y también la enorme sensación de vacío que me has dejado. Se ha apagado con tu marcha el sol y se ha encendido una oscuridad inmensa sobre mi vida.

Ya no hay barcos en la mar, ni tardes calurosas, ni paseos. Sólo una terrible catarata de días aplastándome el corazón.

Yo sé que el viaje al Norte ya nunca será igual. Sóla en el autobús recorro km de mi vida a través del paisaje que pasa veloz. Y sé que en algún lugar del camino estás tú.



Siempre me recordabas que las emociones dependían de la dirección que llevasen. Por eso esta mañana de enero, camino de Donosti en mi alma se agolpan todas las horas vividas a tu lado y no es necesario cerrar los ojos para sentir dolorosamente este olor a viento y sal que tu cuerpo desprendía.

Antes de emprender este viaje final, he cerrado la casa donde vivimos. A tí nunca te gustó esta ciudad porque estaba lejos del mar y te faltaba el aire y el color azul.

He dejado todos los objetos como estaban. Yo no tengo valor para permanecer allí un día más. Cada rincón de la casa es una enorme grieta por donde se van colando uno a uno los recuerdos todavía vivos.

...Y empiezo a notar que a mí también me falta el aire; y me llega la imágen tibia de una noche de verano en la que me hablaste por vez primera de la mar.

Porque tú amabas en femenino- decías- y por eso me quisiste desde el primer día que me viste en el malecón.

Todavía siento tus ojos fijos en mí. Volví al día siguiente y todos los demás días.
Y una tarde en la que el sol comenzaba a esconderse, me hablaste de cómo el yodo convertía las energías negativas en positivas y hasta curaba la tristeza y el desamor.

Me confesaste lo mucho que te gustaba ese sitio y que me habías visto días atrás.

Fue entonces cuando me entró la risa y luego las dos reímos como dos tontas. Meses después seguimos encontrándonos en el Paseo Nuevo. Hablábamos de infinidad de cosas y poco a poco me enamoré de tí.

Aunque ahora sé que te quise desde siempre.

Hoy, mientras observo cómo cae la lluvia detrás del cristál, me acuerdo de la tarde de mayo que bajamos por primera vez a la playa. Empezaba a hacer buen tiempo y nos gustaba jugar en la arena y besarnos despacio para comprobar que el salitre de la mar hacía más largo el beso.


Esta mañana de enero la noticia de tu muerte me ha traído todos los olores del pasado mezclados. Voy a tu encuentro en este nuestro último viaje.

No sé si la Tierra ha dejado de rotar, o soy yo la que permanezco inmóvil.

Pero sobreponiéndome al dolor inmenso de perderte, cumpliré tus deseos, y te juro amor, que descansarás con un manojo de viento entre los dedos.

...Y el sabor de la mar que tanto amamos, en tu última sonrisa.


EL AMOR

Por qué dejaste rosas en la casa, amor
si el otoño ha comenzado y yo estoy sola.
Tú sabes que nunca se me dieron bien
las flores en jarrones de cristál azul.
Tal vez me recuerdan demasiado al mar.

Has dejado con tu marcha
un olor a primavera precipitándose sobre mi almohada
y me pierdo entre margaritas artificiales
buscando tu cuerpo de mariposa.
¡Dónde andarás amor
sobre qué caminos dejarás
tu rastro hermoso de pantera herida,
desde qué ríos y alturas
volverás a extender las alas...

Imagino tu voz húmeda como una cueva
tus ojos inmensos tratando de encontrar el mundo.

Tus manos, yo sé
no volverán a tocar las rosas.

Y yo, vencida
esperaré tu vuelta,
adornaré con dibujos la casa
te compraré bombones
prepararé la cafetera y tendré un regalo para tí.

Quizá entonces
las rosas no estén marchitas.


RECUERDOS



Regresar al recuerdo
es tomar un atajo para seguir viviendo
y saber que la primavera volverá,
es andar por la calle del corazón
con los zapatos en la mano,
sonreir al tendero y su señora
mientras nos llenan la bolsa con naranjas y galletas.
Regresar al recuerdo
es volver a casa después de la escuela
pésándonos los ojos y los hombros
de tanto buscar las estrellas y los planetas.
Mientras tanto, en la tierra llueve
las mujeres y los niños corren hasta el pórtico,
la cosecha será buena este año - dice un campesino-
Regresar al recuerdo es pasear por el campo.

MADRE


Quisiera tocarte la cara

como cuando era niña

y abrazarme a tu cuerpo de harina, madre.

Jugar y contar las florecitas de tu mandíl

dormirme al arrullo de tus pasos

como en un bosque lleno de pájaros.

Quisiera saltar a la cuerda como entonces

mientras los colchones se orean al sol

rodearte el cuello con mis brazos crecidos

y decirte cuanto te necesito.

Quisiera, madre

encontrar el camino de vuelta

los mismos olores para aliviar mis días

idéntica ternura blanca para sentir.



EL APARTAMENTO DE LA CALLE ABADES

Cuando entramos las dos por la puerta supimos que la búsqueda había terminado y que la luz que entraba por las ventanas abiertas, era la que habíamos estado buscando.


Firmamos el contrato por la mañana. Era sábado y hacía calor. Con las llaves de la nueva casa en el bolsillo, la ilusión en los ojos y un par de camisetas viejas, comenzamos el traslado.

Los primeros que entraron en el apartamento de la calle Abades fueron la Bienve y Lucerito. La primera sigue con nosotras. A Lucerito se lo llevó la María al pueblo porque el apartamento es pequeño y por supuesto hemos tenido que prescindir de algunas cosas. Como la nevera y la lavadora. Menos mal que el casero tiene una bajera y dice que nos las guarda. Aunque después del plantón que nos dió el transportista del "segunda mano" por poco se arrepiente y nos quedamos con ellas en la calle. Si no fuera por Mariano que vive aquí al lado y me acompaño a la plaza Cascorro a buscar otro transportista, no sé que hubiera sido de la lavadora y la nevera.


Fue Mariano precisamente el que se llevó prestado el armario que compramos este otoño, porque en el apartamento hay uno empotrado donde nos cabe la ropa de las dos. Y hay también muchos cajones en los que hemos guardado las prendas de invierno sin olvidarnos de poner las bolitas de naftalina que huelen tan raro.


Las paredes de la casa son muy blancas y las hemos decorado con algunas fotos de la familia de Esther. Hay una, en las que están ella y su padre en el huerto. El está sentado en una hamaca, con la txapela caída hacia los ojos, mirando a su hija. Ella, con una rosa roja en el pelo sonríe a la cámara, pero yo sé que a quien sonríe de veras es a él. Es bonita esta foto, aunque intuyo que a veces, cuando la mira desde la cama y no dice nada, siente un pinchazo de añoranza y dolor.



La cocina es pequeña. Tiene los muebles de madera rústica y me recuerda al pueblo. O mejor dicho, a las casas de los pueblos de nuestros padres cuando íbamos de vacaciones. Por eso a Esther y a mí nos gusta tener siempre vino, queso y chorizo. Porque es como tener un trocito de pueblo en este apartamento de la calle Abades.


En la galería están los ascensores y los tendederos. Toda la mañana da el sol. Y a eso de las 12 me gusta sentarme a leer, mientras la ropa tendida se despereza buscando el aire. Justo enfrente de la galería hay una iglesia del siglo XVII. Por fuera tiene un patio donde los sábados por la mañana el griterío de los niños al salir de la catequesis, es inmenso. También en el mes de mayo se celebran Comuniones y alguna que otra boda. Sólo el quejido de alguna pinza suicidándose en el vacío, rompe el silencio del patio al comenzar la semana.


Aunque el apartamento de la calle Abades es precioso y nos sentimos muy agusto en él, yo sé que la buhardilla permanecerá por siempre en el recuerdo de Esther. Porque dentro de sus paredes y techos bajos halló la grandeza de lo sencillo. Por eso al cerrar la puerta aquella tarde calurosa de mayo, las dos supimos que se quedaban dentro un armario, una mesa y 5 años de su vida.



Cuando la Bienve llegó, todavía vivíamos en la calle Cortezo. Al principio a Esther no le hizo gracia que la comprara, porque dice que las plantas sufren mucho con el calor. Y es que el verano en Madrid es muy agobiante. Nosotras lo más que hemos aguantado otros años ha sido hasta julio. Aunque dicen que en agosto la ciudad se vacía y se está mejor, preferimos escaparnos al mar. Porque una ciudad sin mar es como una ventana cerrada. Y de vez en cuando hay que perder la mirada más allá de los tejados y las antenas.



Como ya he dicho, en un principio la Bienve no fue bienvenida, pero el paso del tiempo, el agua, el aire y el sol la han convertido en la alegría de la casa.


Lo de Lucerito fue distinto.

Arrinconado entre cajas rumiaba la pena de su abandono, cuando Esther y yo acertamos a pasar por aquella acera. Era un caballo precioso y antíguo hecho con pasta de papel de periódico, y hasta un señor que pasaba por allí nos lo quiso comprar por diez mil pesetas.


Cuando Esther lo subió a la buhardilla, ya lo había bautizado.



El señor Gregorio, que es el casero del apartamento, cuando nos leyó punto por punto el contrato de alquiler, hizo especial hincapié en que se prohibía tener animales en casa.

Por supuesto él no sabía de la existencia de Lucerito, ni tampoco fue éste el motivo de llevarlo al pueblo. Lo que pasa, ya lo he dicho, es que el apartamento es pequeño y a nosotras nos parece que no es sitio para tener un caballo, y que allí va a ser más feliz, porque hay mucho campo verde y aquí en Madrid se estaba quedando amarillo y hasta cojeaba de una pata.




También el Beltza lo pasó mal cuando mi cuñado lo trajo a esta ciudad. Acostumbrado a la tranquilidad de un pueblo y a las miradas amigas, se encontró de pronto con un Madrid hostil donde la discriminación y el racismo son pan de todos los días.


Beltza es negro, y además de S.Sebastián.


Al segundo día de dejarlo en la calle se lo llevaron preso. Yo sabía que a él no le gustan los sitios cerrados y malolientes donde lo encontramos, y sabía también de su dolor e impotencia la mañana que amaneció herido en la calle Cortezo, con la piel oscura llena de golpes y abolladuras, sólo el día que repuesto del todo lo saqué de la ciudad pude mirarle a los ojos y pedirle perdón. Perdón por no acordarme de sus amaneceres limpios en el pueblo. Por esos atardeceres verdes donde la brisa lo acariciaba. Perdón por creer que un coche negro y de S.Sebastián pueda pasear por la Castellana, visitar El Retiro o dormir placidamente en una calle de Madrid cualquiera.


Esther cuando llama al casero por teléfono, siempre dice - Hola, soy Esther, la chica del apartamento...

Yo me río porque le digo que entonces todo el mundo tendríamos que decir- Hola, soy fulanita, la chica de la frutería, de la radio, de la panadería....y nadie lo dice porque se sobreentiende quiénes somos.


El otro día cuando en el teatro nos dijeron que podíamos invitar a quien quisiéramos, la oí decir al teléfono.

- Hola, ¿está el señor Gregorio?, soy Esther, la chica del apartamento...les llamo.....


Y me dió la risa. Esther, la chica del apartamento, como la llamo desde entonces, está feliz en esta casa. Todas las mañanas se levanta para ir a por el pan y el periódico. Luego prepara el café, la mantequilla, los panes y la mermelada. Y sólo cuando está todo en la mesa, se acerca a la cama.



Me despierta suave, despacio, abriendo sólo una cortina y una ventana. Dejando que la claridad de la mañana me llegue.


Y de ella me llegan los besos y las caricias sobre la espalda desnuda. Porque estas noches está haciendo calor y ya no uso pijama para dormir. Por eso siento sus manos recorriendo mi piel, jugando con mi pelo, rescatando algún sueño prendido para ofrcérselo al nuevo día que comienza.


Y yo entreabro los ojos pícaramente y observo sin ser descubierta cómo me mira mientras sirve el café o unta la mantequilla....

Y me hago la dormida, para que vuelva a acercarse y me bese, y me abrace, y me diga


- Venga dormilona, que te he puesto el café como te gusta, oscuro y por la mitad de la taza.



....Y yo siento de pronto que mi vida no sería nada sin estos despertares, sin este olor a café recién hecho con las primeras caricias sacadas del horno de sus manos. Y entonces pienso que quiero despertarme así todos los años que me queden de vida. Con este aroma, con estas manos que me tocan, con estos ojos verdes que me esperan, me miran y siempre me encuentran.


Y me levanto entonces para sentarme delante del mundo, que ya sólo es ella.

Me pregunta qué tal he dormido...y sigue untando de mantequilla el pan como si no pasara nada.



Cuando sale de casa me asomo a la ventana para verla caminar por la calle. Hay un loro que siempre le silba al pasar bajo el balcón; entonces Esther se da media vuelta y me lanza un beso con la mano. Hasta hoy no me he enterado de que ella piensa que la que silba soy yo.



Vecinos no sé si tenemos muchos. En los buzones hay treinta y pico nombres, pero yo en estos dos meses me habré cruzado con tres. Al lado vivía una pareja. El otro día cuando estaba asomada a la ventana, ví llegar un taxi para ellos. Lo llenaron de maletas y paquetes, se metieron los dos en el coche y se fueron. Claro que a lo mejor se iban de vacaciones.

Nosotras este año no sé donde iremos. A Esther le apetece hacer un viaje largo. El otro día vino cargadita de catálogos. El apartamento parece una agencia de viajes. Si te sientas en el sofá, te sientas encima de Portugal; si te apoyas en la mesa, comes en Italia y si te tumbas en la cama, duermes casi en la gloria que no sé ni dónde está.


Yo le digo que podemos ganarnos un dinero extra sólo con traer a los amigos a casa y enseñarles todas las posibilidades de hacer un viaje de montaña o de costa. Se ahorrarían las largas colas en las agencias, pero sobre todo el calor. Porque mira que está haciendo calor este mes de julio. Las noches son terribles. Abres las ventanas para que entre el aire, y lo único que se cuela es el gato del vecino, las voces de la calle, los ruídos del camión de la basura o la luz incierta de los faroles.


Los más afortunados como Esther, duermen placidamente mientras otros buscamos el frescor asomados a la ventana. Y es que hay personas que aguantan bien el calor. Yo prefiero el frío.




Esta mañana de domingo hemos bajado al Rastro. Había mucha gente y hemos decidido desayunar en una cafetería. A Esther no le han traído la tostada que había pedido y nos hemos marchado un poco enfadadas.


Hemos comprado el pan en el horno de leña y hemos vuelto a casa. En el contestador había dos llamadas. Una de Belén, que me dice que el relato que le envié es bonito, pero se queda corto; que a lo peor lo echan para atrás en el concurso y que le mande otro porque el plazo se acaba el 22 de este mes. Y no se cual enviarle porque " El apartamento de la calle Abades" está sin terminar y además no sé si es el más apropiado.



María, la madre de Esther también ha llamado para ver si hemos decidido adónde vamos a ir de vacaciones. Y es que esto de las vacaciones se está convirtiendo en un trabajo pesado. Todo el día mirando, llamando, preguntando sitios y precios....


Le digo a Esther que casi mejor lo dejamos para el año que viene. Que éste nos quedamos en Madrid, descansando de tanta ruta xacobea y tanta peregrinación de agencias....


Que la Gran Vía tiene su encanto. Que el Retiro, si te fijas bien, parece el Canal de Venecia. Que la Casa de Campo se asemeja a la playa de Torremolinos, y que en la piscina que está al lado de casa se coge el mismo bronceado que en Santa Pola.


....Que no se preocupe, que mañana mismo me bajo a la pescadería y le subo langostinos, percebes, ostras, nécoras y vieiras, para que disfrute también de las Rías Bajas.



EL SEMAFORO

"como si todo fuera igual. Como si no hubieran pasado tantos años"

(JUlio Llamazares)


Hacía cosa de dos meses que había vuelto de Granada. Mis 22 años me golpeaban con una energía renovada y yo me sentía parte importante del mundo.

Aquella tarde de junio había ido a la playa y fue horas después cuando ví un cartél que anunciaba los actos pro-veintiocho de junio. Esa misma tarde proyectaban una película en la caja de ahorros provincial. Me dirigí hacia allí. Aligeré el paso, pero aquel semáforo no tuvo compasión de mi prisa. Parada, casi clavada ante él esperé impaciente. Distraje la espera, miré a mi alrededor y tuve tiempo de comprobar que el moreno de la gente era auténtico y que en cierta manera parecíamos un rebaño de ovejas ( eso sí, todas negras) esperando el turno para descarriarnos.

...Y entonces la ví.

Venía a lo lejos caminando.

Fue un semáforo en rojo para peatones...fue una décima de segundo....fue una mirada precisa en el momento preciso.
Fue....se fué.



Distancia. Direcciones opuestas. Semáforo en verde. Tumulto de gente. Rumor de olas. Sonrisa limpia. Bombeo del corazón: Sangre caliente. Ojos verdes salpicándome. Ausencia blanca.


La película era triste, hiriente. Toses. Movimientos inquietos. Crepitar de sillas. Oscuridad. Tristeza. Rabia. Impotencia. FIN.
Luces que se encienden y caras que se encuentran. Miradas reencontradas y un semáforo en rojo, una presencia verde, una alegría blanca....y el amor por descubrir.

-¿TE CONOZCO?

-No...bueno, quizá sí...antes en el semáforo...

-Ah sí, recuerdo....eras tú.

Arco iris. Pájaros sobrevolando el cielo. Primaveras descubiertas en pleno mes de junio. Soltarse del corazón. Encogerse el estómago y libertad del ansia.

-¿Te gusta alguna de las chicas que hay aquí?

-No, bueno...sí...una.

-¡Si...quién?

Espuma y olas altas. El mar en sus ojos. Silencio marino. Mirada varada.

-Tú.

Palpitar del cuerpo. Incredulidad. Emociones desatadas. Sensaciones al borde. Manantial. Torrente infinito...gotear del corazón hasta la infancia y el sexo.
Mojados los ojos e inundada el alma.

-Tú a mí también me gustas.

Miel y ramas verdes entremezcladas. Estallido de colores. Aire y brisa. Temblor del sentir.

Unas escaleras y la salida. Huída transparente. Manos unidas al unísono. Corrientes internas removiendo los océanos más profundos. Juventud estrenada. Voces lejanas. Calle desierta.Verano. S.Sebastián....

Y un tren que dejé escapar.

Paseos por la ciudad. Anochecer lento, cerveza, humo, gente. Luces encendidas. Bahía arrullada. Pisadas en la arena. Corazones pisados en la misma arena.


Y el primer beso.

Suave, despacio, abierto, ansioso, dulce, caliente, fresco, rojo, blanco, amarillo, verde, azul. Eterno y breve.

Una mano apoyada en mi hombro, interrumpiendo el beso.

- Por favor pueden besarse en otro lado...es que aquí....

Ojos abiertos. Desconcierto y sorpresa. Un policia nacional.

-Por favor....

Risas. Nuestro primer beso delante del gobierno militar. Ironías de la vida.


Rumbo desconocido. Urgencia en la piel y lentitud en el corazón. Paseos bordeando la playa. Murmullo de caderas, roce de almas. Todo acumulado en la garganta y un nudo mortificando mi estómago.
Escaleras que acaban en un primer piso. Llaves. Puerta que se abre y puerta que se cierra. Pasos...otra puerta abriéndose...y mi corazón a punto también de abrirse.

Una habitación. Mi espalda contra la puerta cerrada al mundo. Su boca contra la mía. Brazos sobre mi cuello. Besos, saliva, deseo, miedo, amor, ternura.

Y una silla disfrazada con nuestra ropa. Pantalones cubriendo sus delgadas patas. Camisas recogiendo sus reposados brazos...

Desnudez de cuerpos.


Piel, sábana, encuentro. Abrazo eterno bendiciendo el mágico instante de un semáforo en rojo.

Dos bocas. Dos corazones. Dos sexos también iguales y un sólo ritmo haciendo crecer la maréa.

- Creo que me estoy enamorando de tí.

....Y una bandada de gaviotas se me instala en el alma.


Caricias apaciguando y durmiendo el deseo. Unos párpados se van cerrando y otros se abren más que nunca.

El amor se duerme entre mis brazos, yacente, plácido. Maréa baja en la madrugada. Espuma caliente entre las sábanas y una piel rescatada para siempre.

Remanso. Quietud. Infinito.

Semipenumbra en la habitación.

Y solo cuando ella despierta, yo consigo encontrar el latido.

- Oye, lo que ha pasado esta noche...será de verdad no?...me llamarás....

Abrazos, calor, ternura..pasión. Sorpresa.

- No has dormido?...

Las princesas siempre duermen hasta que el amor las despierta.
Me sentí buho en la noche sólo para quererla.

Luego vino el torrente. Agua cristalina de besos para recibir la mañana. Sentimientos rescatados entre los pliegues de las sábanas...tomando cuerpo en las yemas de los dedos.

Un sol entrando por la ventana semicerrada calentándome el alma.
Certeza, complacencia....y una ternura infinita.

Después rompimos el camino de la noche. Bajamos las pocas escaleras que bastaron para alcanzar el cielo, y comenzamos a andar por la Tierra.

Se hizo la luz. Las calles eran más bonitas.

Un bar. Dos cafés con leche y dos bollos por favor.
Miradas alegres y otra vez la miel enredándose en sus ojos verdes, empapándolos hasta la raíz. Penetrando por su tronco buscándole el alma....y la palabra.

. Tranquila...te llamaré.


.....Y confié en sus ojos que es como decir el mar.

El sol nos daba en la cara y caminamos alrededor de la bahía. Manos entrelazadas, gente alrededor....pero sólo ella llenando el mundo.

Parte Vieja. Terrazas, cafés a media mañana y un semáforo a lo lejos como primer y último testigo. Mañana radiante....corazón entero...


Y el reloj que me marca la hora de despertar, de hacerme visible a los demás. Recuperar el camino dejado. Un autobús, una despedida...y el mismo temor.

- Te llamaré.

Desgarro. Miembro amputado y sangrante. Después sólo un deseo. Volver a verla.

Llegada a casa, una llamada.

Ella.

...Y supe entonces, que el semáforo ya en verde, daba paso a mi vida.


TXIRIBIT

"NO DEBERÍAMOS VOLVER JAMÁS A NADA, A NADIE, PUES TODA HISTORIA INTERRUMPIDA TAN SOLO SOBREVIVE PARA VENGARSE EN LA ILUSIÓN".
(FELIX GRANDE).



(a mi madre, que me cantaba)

La habitación del recuerdo es amarilla, grande, fresca y huele a manzanas. Me asomo a la ventana y veo mi infancia jugando con el sol, mientras yo como bombones de cereza y pinto casitas con chimeneas grandes que echan humo, y caminos con flores y ovejas a los lados.

A la habitación del recuerdo se llega después de atravesar un pasillo inmenso de sombras, donde los barquitos de papel naufragaron.
Las demás estancias están cerradas y el polvo cubre todos los rincones de la casa. Hay objetos deteriorados que esperan el tacto blanco de la ternura para brillar. Hay una sábana larga y vieja cubriendo los juguetes preferidos del corazón; hay tizas rotas, cuentos sin príncipes, triciclos y pinturas sin caja y casi sin color.

Acaricio un libro que en su portada pone "TXIRIBIT" y fue, recuerdo, mi primer libro. Lo abro y un olor intenso a rosquillas y harina me devuelve dulcificadas todas las tardes de sábado; los chicles que redondos, alargados, blancos, dulces y rosas siguen pegados a la silla del recuerdo.

Cierro los ojos intentando apresar el momento fugaz de la infancia, y por décimas de segundo vuelvo a ser feliz, con mis coletas y aquella guitarra llena de dibujos que tenía una cuerda roja y trenzada para acercarla a mi pecho tibio de mariposa.
Todas las canciones andan sueltas por las paredes y el suelo, pero sólo me llega la que cantabas tú mientras andabas por la casa. Letras cargadas de historias pobres de niños que no tenían cuna, pero el padre como era carpintero terminaba haciéndoles una.....
Los objetos yacen dormidos por las esquinas y yo me acerco para limpiarlos.¡Cuántas mañanas pobladas de felicidad contienen estas cajas de cartón!...¡cuántos sonidos de campana y río hacen hoy enmudecer mi corazón!...


Veo una bolsita roja de tela; la abro, descubro que están enroscados todos los besos de entonces, y recuerdo por un instante el olor tibio a cocina que desprendía tu piel. Un rumor intenso de platos y banquetas, de pan y lentejas, de mandíl de flores, me puebla los ojos dándome cuenta por milésima vez que mis labios están salados presintiendo quizá la cercanía del mar. Y me duele infinitamente dejar esta orilla colmada de espuma y partir sabiendo que mis pasos encontrarán una vez más el rastro pequeño, encanecido y doliente de la ternura.

Tan pequeño como los lunares blancos del pijama de "CLEO" mi única muñeca amada. Doloroso también es saber que nuestros días de verano ya no dan al río donde los lagartos se paseaban al sol, mientras nosotros( cuerpos candorosos de piel de manzana) nos quitábamos torpes la ropa, dando trompicones entre las piedras calientes que nos quemaban los pies. Ansiosos por tocar el agua, empujábamos la inocencia intentando calmar las horas polvorientas del camino.

¡Cómo recuperar el afán de entonces, madre, para seguir caminando sin volver la vista atrás; si todo lo que hoy tengo en las manos me incita a volver!....
¿Cómo desvestirme de recuerdos húmedos y tenderlos al sol para marchar por la vida sin que el sol me queme!....

"donde fuiste felíz alguna vez, no deberías volver jamás"- dice FELIX GRANDE-
pero yo sé que volveré; porque la dicha consistió en marcarme con la nostálgia; la dicha me llenó de campanas el bolsillo del alma, y me dejó una calle ancha y perfumada para volver.
Una calle donde estarás esperándome como cuando regresaba de la escuela saltando y con las manos llenas de tinta y arena.

Sólo cuando cierro la caja descubro detrás de periódicos y carpetas vacías, un paraguas pequeño. Recuerdo que me lo regaló mi padrino al hacer la Comunión. Nunca pude imaginar que fuera a resguardarme hoy de la lluvia amarilla del tiempo....

Hay tantos abrazos contenidos detrás de las puertas...tántas palabras dormidas en sus goznes...que todos los pasos caben en esta caja azul que estoy abriendo:
Las primeras sensaciones, el primer pantalón corto marrón, los intentos de libertad, los montes inmensos, el "camino negro", el sitio de los helechos, los manzanos, los pinares, la granja, la lluvia infinita y apretada del norte, la tristeza de la niebla y los balcones siempre abiertos de mis ojos.

Y en un rincón de la casa, agazapado, está el invierno, Ysabel y Jesusin; los días terribles de escuela, los jardines blancos de diciembre que anunciaban el turrón y los regalos; papá volviendo cansado del trabajo, la leña y el carbón calentando siempre el hogar, mientras el tiempo pasaba como un carro lleno de hierba y de días.

Parecía que no crecíamos, pero al otro lado ya estaba esperando el mar.

Hoy siento desde otra altura que la verdadera edad de mi vida está guardada para siempre en esta caja azul que tengo en las manos.
Miro las fotografías que hay en la pared y veo una niña rubia con intención de traspasar la foto, abrazarse a mi cuerpo y colgarse de mi cuello para jugar. Tiene los bolsillos llenos de tierra y de flores, de cromos repetidos que quiere intercambiar conmigo. La miro y me recuerda a alguien. Su cuerpo delgado es un derroche de primavera y agua. Y por sus ojos, estoy segura se asoma el mar.


Conmovida salgo a la calle. Camino deprisa entre la gente pero el griterío de los niños que juegan en el parque, llama mi atención. Y me detengo para mirarlos.
Corren, saltan, comen helados de fresa, bocadillos de chorizo y pan con chocolate.
La emoción me embarga cuando veo a una niña con coletas subirse al columpio, y compruebo que es la niña de la foto. Rubia y feliz me sonríe mientras balancea mis 33 años lanzándolos hacia el cielo.


LAS ROSAS DE MONCHIGUERA.

07 febrero 2009
Permanecieron allí durante por lo menos 38 años que son los que acabo de cumplir. Yo me acuerdo de ellas porque solía pasar por delante de aquella casa grande e irremediablemente me asaltaba su olor. Un aroma dulce y delicado que hoy en día recuerdo tiernamente cuando alguien me regala un ramo de rosas. Pero estos olores ya no son los de antes. Ya nada es como entonces, ni tan siquiera yo misma.

Recuerdo las mañanas claras de primavera, cuando mi padre nos llevaba en la moto a mi prima, a mi hermana y a mí al colegio de las monjas de la Cruz. Pasábamos por delante de Villa Asunción y siempre me quedaba como hipnotizada mirando las dalias y las rosas que allí crecían de manera para mí casi milagrosa.

Mi madre sin embargo opinaba que mejor sería plantar en aquél terreno manzanos u olmos, ya que así darían sombra en el verano. Porque en mi pueblo hace mucho calor. Las fiestas que son en el mes de agosto, son muy bonitas pero también muy calurosas. Así que lo que decía mi madre era muy razonable, aunque a mí particularmente no me gustara la idea de que cualquier mañana al bajar hacia el colegio, no estuvieran las flores y ocuparan su lugar olmos y manzanos.


Monchiguera era un hombre pequeño y de mal carácter. Siempre estaba enfadado; sin embargo recuerdo a su mujer como una persona dulce y de buen humor.Tenían dos chicos que correteaban por el pueblo, tirando piedras a los perros indefensos que vagabundeaban libremente por las calles. Pero mi recuerdo más palpitante es el de Monchiguera, hombre rudo e insensible cuidando el jardín de su casa; cavando y aireando la tierra, regando cada rincón, podando y trasplantando los rosales para que en primavera se convirtiera en un vergel maravilloso.





A mi hermana y a mí nos encantaba bajar al pueblo rodeando su casa. Siempre nos quedábamos absortas mirando las flores. Parecía aquella una casa de cuento. Y a mí especialmente me transportaba su visión a un mundo mejor, más dulce y delicado, más acorde a mi manera de ser.

Intuía viendo aquellas rosas de colores que la vida era así: rosa, roja, blanca, amarilla...pero también hiriente y espinosa. Esto último lo descubrí una soleada mañana de mayo. Bajábamos a la escuela con mi madre, y al pasar por Villa Asunción me solté de su mano y entré al jardín. Me apetecía muchísimo regalarle una rosa, no en vano era de los pocos días que nos llevaba ella al colegio, taréa esta encomendada a mi padre.

Mi madre trabajaba en el mercado del pueblo vendiendo la verdura que cada mañana mi padre traía del huerto. Por eso aquella rosa recobraba un valor especial; solo que si sus pétalos eran delicados, las espinas que se me clavaron como agujas, cosieron sobre la palma de mi mano el primer dolor en mi corta vida.

En mi casa siempre he oido que no hay que ser amigo de lo ajeno. Lo decía mi abuelo Cirilo que era el padre de mi madre. También era republicano. Recuerdo de él su pelo blanco como la nieve, pero sobre todas las cosas recuerdo su olor. Olía a campo y a flores apretadas. Mi abuelo era un hombre de estatura media y siempre llevaba bastón, aunque estuviera sentado. A mí me parecía un poco serio, pero cuenta mi madre que de eso nada. Ella lo recuerda hoy como yo recuerdo a mi padre. Con bondad y muchísima ternura.

Amigo de lo ajeno quería decir robar al vecino o algo así, lo que pasa es que los mayores utilizaban unos términos que entonces no entendíamos.

Eso nos lo decían porque alguna vez nos habían visto entrar en el jardín de Monchiguera para cortar las rosas. Y claro, en el momento que éste salía y lo descubría, se armaba la marimorena. Lo malo era cuando mi madre hacía pescado para comer. No lo digo porque no me gustara, sino porque me tocaba siempre a mí pedir el perejil a Monchiguera. Abría la puerta y se me quedaba mirando como si estuviera delante el mismísimo demonio. Luego me hacía pasar a la casa y mientras él salía a buscarlo yo miraba y remiraba las cosas de su cocina. Tenía pimientos colorados y secos colgados de la pared. También colgaba ajos y calabazas encima de la chimenea y aunque no había rastro de flores por ningún lado de la casa, inconfundiblemente olía a ellas.

Cuando Monchiguera entró a la cocina me ofreció el ramillete de perejil como si me regalara un ramo de hermosas dalias. Parecía imposible que unas manos tan rudas como aquellas no destrozaran aquél ramito terso. Entonces le miré a los ojos y descubrí su ternura.




Cuando iba camino de mi casa pensaba que un hombre como aquél tenía que tener algo oculto en su alma. Tal vez poseía un dón especial para la floricultura y mientras lo pensaba, mi sonrisa florecía como una rosa alegre.


Mi pueblo pertenece a la Ribera de Navarra. Es un sitio pequeño donde todos nos conocemos. Tiene una plaza donde está el ayuntamiento, y todos los 15 de agosto desde su balconada lanzan el cohete que anuncia el comienzo de las fiestas. En casa nos vestimos de blanco con el pañuelico rojo sobre el cuello. Mi madre se pone guapísima, porque ella es muy rubia y le favorecen los colores. Mi padre que era alto como un pino no se vestía de blanco, pero el pañuelo sí se lo colocaba. Como también se ponía un sombrero de paja todos los años por estas fechas. Decía que los sombreros siempre le habían quedado bien. Yo, ahora que lo recuerdo, pienso que tenía razón. Mi padre era un hombre del campo, del aire y de la luz. Sus manos parecían cepas retorcidas, pero sus ojos tenían siempre el color del cielo navarro.

Tengo 3 hermanos. Una chica mayor que yo, y dos chicos también mayores. Yo soy la más pequeña pero mi madre dice que tengo el corazón muy grande. Y es que mi madre es muy madre de todos su hijos. Ella nació en Argentina, en la calle Bernardo de Irigoyen. Conoció a Carlos Gardél y siempre cuenta con orgullo que estubo sentada en sus piernas cuando ella apenas levantaba un palmo del suelo.


Sus padres eran dueños de una lechería donde servían cafés con leche y bollos recién hechos. El negocio les iba viento en popa hasta que la pequeña María, que hoy es mi madre empezó a tener problemas respiratorios. El médico les aconsejó cambiar de clima, por lo que mis abuelos se vieron obligados a dejar el país. Pusieron rumbo a España en el año 1920; es decir cuando mi madre contaba con 8 años de edad. Por aquel entonces descarrilaba la galera de Manuel Pernaut bajando de la romería de Uxué. Hubo bastantes mujeres heridas, pero aún así quedaba alguna que cantaba...¡milagro...milagro de la Virgen que no nos haya pasado nada!. También fue el año donde mi abuelo Cirilo alegó en el sorteo de quintas y escaqueó la mili con otros dos compañeros joteros.


Decía que mi madre junto con sus padres iniciaron la vuelta a Tafalla, cruzaron el atlántico durante un mes y portaron entre sus pertenencias un baúl de madera precioso que hoy conserva mi madre en la habitación de papá. Dentro del baúl está su vida, pero también hay sitio para los disfraces de toda la familia. Y es que la vida es un carnaval.





Cuenta mi madre que se lo pasó fatal cuando llegó al pueblo. Acostumbrada a un medio urbano no conseguía ubicar su corta edad al ambiente rural que entonces la acogía. Vestidita como una princesa paseaba con sus padres por las calles del pueblo, intentando llegar al Mar del Plata. Resonaba en su corazón el último tango de Gardél recordando que veinte años no es nada..¡ que se lo preguntaran a sus padres. Estos con dos hijos pequeños pasaron las de Caín para salir adelante. Compraron 3 vacas lecheras con la malísima suerte de que se pusieron malas y tuvieron que sacrificarlas. Mi bisabuelo entonces se hizo guarda forestál y estuvo 30 años cuidando las llanuras de los alrededores. La madre de mi madre para ayudar a su marido, se empleó en las casas más ricas del pueblo. Cada día asistía a una. Con lo que sacaba, y la comida y la ropa que le iban dando consiguieron salir adelante.


Fueron tiempos duros en los que la Guerra les pilló por medio, y la época del extraperlo entró a formar parte en el curiculum de mi madre. Cuenta que iba en el tren a S.Sebastián y vendía café, leche, arroz...

De esa etapa creo que guarda el sentido comercial y el don de gentes que la caracterizan hoy a sus 75 años.

Mi madre es como el agua de un río. Caudalosa, fresca, salpicante y pizpireta. Es menuda y menudo corazón tiene. Le gusta cantar porque le gusta vivir. Tiene las manos pequeñas y unos dedicos cortos como raízes de un árbol recién plantado. Adora las flores, y en los balcones de su casa siempre hay geranios. Le apasiona el cine, y sabe de memoria escenas, actores y películas como si las hubiera hecho ella.


Ella y mi padre fueron un matrimonio de los de entonces. Se llevaban bien pero creo que no se entendían mucho. Mi padre trabajaba de guardia municipal, y el resto del tiempo lo empleaba en el huerto. A él lo que realmente le gustaba era la tierra. Murió hace 6 años, pero está siempre conmigo como seguramente no lo estuvo nunca. Lo siento en mi corazón, sentadico en el mismo centro de la arteria que me da la vida. Sus ojos azules me iluminan en los momentos oscuros. A veces sueño con él y tengo la certeza de que está bien porque le veo sonreir.



Hoy que cumplo 38 años me regalan una rosa, e inevitablemente me asomo al pasado. Y es su aroma, el de la rosa el que me hace recordar a Monchiguera.

La casa se deshabitó porque los hijos se fueron y ellos decidieron vivir en otro sitio. Entonces fueron apagándose las flores del jardín. Y comenzó el declive. Las paredes se cayeron y con ellas desapareció mi infancia.


Esta rosa que coloco en el centro de la mesa de la cocina, me la acaba de traer un vecino de Monchiguera. Se llama Felix y es un hombre encantador. Cuenta mi madre que se dedicó Felix días antes de que el ayuntamiento tirara lo que quedaba de casa, a recoger las dalias y rosas que todavía permanecían en la tierra sembrada de cal y ladrillos. Que hizo ramilletes y los fue repartiendo a los vecinos como testigo final de una época maravillosa y tierna.


Gestos tan solidarios hacen que mi vida tenga sentido cuando no encuentro el norte. El tiempo pasa dejándonos su huella. Hoy, desde esta casa, que es la casa de mi madre, recobro la paz y el sosiego de una tarde de agosto.


Veo llegar a mi padre con su sombrero de paja y desde el balcón le llamo, mientras él con una ramita de hierbabuena entre los labios me sonríe.




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