Cuando se van las palabras queda la tristeza
como una niebla persistente alrededor del corazón;
invadiéndolo como una visita inesperada que
no termina nunca de marcharse.
Hoy son los recuerdos testigos dolientes
que juran haber visto algún día el amor;
quizá por ello merezca la pena este dolor.
Como bien dice el poeta José Hierro.
" Y cuando nada queda, cuando se sienten ganas de no ser,
cuando el mágico atardecer enciende el álamo lejano, se quiere huir,
se quiere entrar en la noche definitiva.
Hay que luchar.
Sangra la herida y ya no se puede luchar.
Cómo puedo querer huir a mi noche,
mientras exista algo bello, por lo que un día
hubiera querido morir".