"Vuestro silencio fue más viejo y apagado que mi ausencia" - Julio Llamazares-
Recuerdo el día que tumbadas en aquél sofá estrecho y pequeño, te abrazaste a mí con una fuerza inusitada. Te miré a los ojos y te pregunté.
- Me abrazas porque me quieres o porque te caes del sofá?.
Habíamos llegado a la ciudad cada una por diferentes motivos. Tú querías hacer realidad tu sueño de artista. Yo, aburrida del pueblo pensaba que el amor en las ciudades grandes tenía que ser más fácil de encontrar.
La primera vez que nos vimos fue en Embajadores. Estabas absorta en un escaparate que ofrecía grandes viajes, mientras yo intentaba ubicarme en la nueva ciudad a golpe de callejero.
Te pregunté la hora por decir algo y me miraste sin verme, envuelta en el mar azul de tus pensamientos.
Cuando ya me marchaba me llamaste pidiéndome disculpas. Entonces y sin saber por qué seguí preguntándote cosas referentes a la ciudad.
...Y tus ojos me dieron la respuesta.
Te invité a un café y para mi sorpresa me llevaste a un bar donde según tú hacían el mejor café del mundo.
Recorrimos calles estrechas y empedradas, mientras tus conocimientos sobre la ciudad intentaban despertar mi interés por ella.
Aprendí a amar el Madrid de los Austrias y el Arco de Cuchilleros; la plaza Mayor y los mercados. Respiré las noches mágicas de las Vistillas, y me bebí el viento de un solo trago.
En dos meses os conocí a las dos: a tí y a la ciudad. Una a través de la otra. Transparentes y misteriosas.
...Y de la noche a la mañana desapareciste de mi vida.
Mis contínuas llamadas a tu casa solo encontraron el rastro de tu voz ajena y fría grabada en el contestador.
Hubo días en que la desesperación de no verte me llevó hasta tu casa; una pequeña buhardilla en la calle Concepción Jerónima desde la cual- me contaste un día- se veían todas las cúpulas y estrellas de Madrid.
Nunca te ví entrar, pero tampoco llegué a tiempo para verte salir. Salvo el día que resguardada de la lluvia, te ví cruzar la acera, corriendo con una amiga.
Salí detrás tuyo y fue en el portal donde después de dos largos meses volvimos a vernos. Tenías el pelo mojado y la cara. Te pusiste nerviosa ante mi inesperada presencia, y para salir del apuro me presentaste a la chica que vivía contigo.
Ella me saludó y subió las escaleras de dos en dos pretextando tener mucha prisa.
Entonces busqué tus ojos que huidizos se clavaron en una madera rota del suelo.
- Todas las mañanas me tropiezo con esto...a ver si lo arreglan.
- Será porque te levantas muy temprano. Te he llamado cientos de veces a todas horas y nunca estás....o a lo mejor no quieres coger el teléfono.
Levantaste la mirada.
- Mira, yo no sé lo que me pasa. Te conocí, me caiste bien y quise enseñarte la ciudad porque te ví perdida. No sé qué quieres de mí....qué quieres que te diga..
- Díme por ejemplo que no quieres verme. Que me marche y no te llame, que te deje en paz. Díme que todo ha sido una mentira, un sueño hermoso que se ha desvanecido....
Sólo acertaste a llorar y entrecortadamente dijiste;
- Es que yo...no sé si soy...
- Si eres qué...- le pregunté extrañada-
- Pues como tú.
- Si eres como yo?, a qué te refieres.
Me contestaste enfadada por no entenderte.
- que no sé si me gustan las mujeres...tú has sido la primera y lo de la otra noche ...
No sé si molesta por tu explicación o tu confusión, salí del portal dejándote sola.
Subí por la calle Toledo hacia la plaza Mayor. La lluvia me regó entera y lo agradecí. Me emborraché de gente por las calles de Preciados y del Carmen.
Entonces odié la ciudad y sus habitantes, quise no ser parte de ella, escapar de la trampa que me tendió.
...Y entendí que la soledad puebla cada adoquín, cada estación de metro, cada metro de asfalto por el que todos caminamos huyendo de ella.
Y supe que el amor cuando se encuentra, no es para ponerle nombre. Sólo hay que bendecirlo por haber llegado, por haber nacido.
Mi vida a partir de entonces fue como la de muchos. Comenzé a trabajar en una agencia de viajes y mis ratos de ocio los ocupé en pasear o ir al cine. Había momentos del día en que todo se me hacía insoportable.
Tu recuerdo se acercaba frecuentemente hasta mi mesa. Entonces cogía uno de los muchos catálogos y me imaginaba que detrás de aquella palmera o paseando por las calles inundadas de sol y gente, estabas tú esperándome.
Un día de junio se abrió la puerta de la agencia y apareciste. Sin catálogo, sin palmera, sin gente alrededor.
Me confesaste que habías pasado muchas veces por allí pero no te habías atrevido a entrar porque después de lo de aquél día, no sabías si debías.
Que habías pensado mucho sobre las dos y no podías concentrarte en otra cosa; que desde el último día en el portal no habías dejado ni un momento de extrañar mi risa y mi voz.
...Pero que también tenías miedo, porque esto era distinto- y hasta te pusiste seria al decirlo-
Yo como cuando nos conocimos, te invité a un café, y tú después de negarte me llevaste al mismo bar de entonces.
Allí me hablaste de sensaciones, de tus padres y tus amigos. Yo te escuchaba atenta mirando tus manos moverse en el aire.
La luz de tus ojos al mirarme me llenó entera.
Entrada la madrugada te llevé a mi casa y te quité la ropa. Desnuda sobre la cama me acerqué a tí y cuando Madrid despertaba de su sueño azul, yo encontré en tus labios su rastro.
El escondite del sol
Hace 14 años
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